Museo Lazaro Galdiano (6)José Lázaro Galdiano fue coleccionista de arte, bibliófilo, editor y financiero, cuando se casó en 1903, decidió fijar su residencia en Madrid junto con su esposa, la argentina Paula Florido Toledo. Así nació el Palacio Parque Florido, en honor a su esposa. Su construcción no fue fácil, Lázaro Galdiano era un cliente exigente, ni el afamado José Urioste que con su participación en la Exposición Universal de París de 1900 con su pabellón español, era el arquitecto de moda, ni su sustituto Joaquín Kramer, ligado a  Federico Fliedner y Francisco Giner de los Ríos, pudieron continuar la obra, debido a la intervención del propietario y sus continuos cambios. Fue el arquitecto barcelonés Francisco Borrás, que ya había trabajado antes para Lázaro Galdiano, quien termino la obra.

El Palacio tiene planta rectangular, alrededor de un patio cubierto, al que se adosa un pórtico y en el extremo opuesto una torre con tres hermosas salas. La decoración exterior plateresca ideada por Urioste no se ejecutó y se optó por un estilo más sobrio. El edificio, y los tesoros que alberga, sus valiosas colecciones de arte y bibliofilia, fue donado al Estado español por José Lázaro. En 1948 se crea la Fundación Lázaro Galdiano, el palacio se convirtió en museo, siendo inaugurado en 1951.

Fernando Chueca Goitia se  encargó de la reforma del palacio de Parque Florido para convertirlo en museo y junto con  José Camón Aznar, que fue el primer director de la Fundación y del Museo consiguieron crear un espacio increíble, muy avanzado para la concepción museística de la época. Y claro, ¿qué es el patrimonio sino se pone en valor? Gracias a esos incipientes esfuerzos por hacer una auténtica interpretación del patrimonio, el conjunto gano y todos pudimos disfrutarlo al estar accesible e interpretado, en un contexto y una época.

Hoy, muchos años después y con más reformas en su haber, sigue siendo una delicia. Incomprensiblemente no es muy conocido por los madrileños, que pasan en ocasiones por su puerta en la calle Serrano número 122 ajenos a las maravillas que guarda celosamente. Otro día os hablaremos de su jardín, maravilloso, que en muchas ocasiones incluimos en nuestra ruta en bicicleta por lo jardines escondidos de Madrid.

Un abrazo.