La picuda Nuestra Señora de Guadalupe, es conocida también como la iglesia de los mexicanos. Está situada frente al Parque de Berlín.
Fue Félix Candela, nacido en Madrid en 1910, el artífice de la obra , se atrevió a mezclar con un buen resultado el hormigón con la belleza. El ingeniero vivió en México, país donde se exilió al estallar la Guerra Civil española.
Esas formas onduladas que caracterizan sus construcciones, como la Iglesia de la Milagrosa en México o L’Oceanogràfic en Valencia llegaron a Madrid en 1962. En 1965 finalizó la construcción de la iglesia. Colaboraron también en la obra el arquitecto mexicano Enrique de la Mora, el ingeniero José Antonio Torroja (hijo de Eduardo Torroja, del que Candela fue discípulo) y el arquitecto español José Ramón Azpiazu.
Para Candela, México resultó el lugar idóneo para construir las estructuras que le harían famoso, los llamados “cascarones de concreto”. Cubiertas ligeras de hormigón que techaban edificios económica y eficazmente ya que resisten por su propia forma y no necesitan grandes pilares. Su paraboloide hiperbólica que es la solución que permite un templo redondo y diáfano (apoyado sólo en cuatro finos pilares). El espacio enorme, sigue resultando moderno hoy. Las paraboloides no llegan a juntarse nunca en la punta del sombrero, unidas sólo con una fina vidriera de colores, esas misma vidrieras que sirven para iluminar la iglesia y que le dan un aire místico, muy especial.
Parece que Candela la construyó pensando en la Tienda del Encuentro del relato bíblico. En el Antiguo Testamento se relata que, tras ser liberados de Egipto, los israelitas vivieron 40 años en el desierto. Formaron un campamento de tiendas de campaña y se alimentaron del maná que caía del cielo, el alimento enviado por Dios. Moisés eligió una tienda y la plantó a cierta distancia del campamento. La llamó Tienda del Encuentro con Dios, la inspiración para nuestra iglesia.
Un abrazo.
Merece la pena entrar. Las vidrieras, que desde fuera ni se aprecian, dan una luz increíblemente cálida.
Buenos días, vale la pena, desde luego que sí. Muchas gracias Jezabel.