Hoy nos detenemos en una de las estatuas más impresionantes de Madrid. Ahora hablaríamos de ella como una innovación. Una obra que rompió moldes, y así fue. Es una estatua ecuestre, realizada en bronce del rey Felipe IV vestido con media armadura portando el bastón de general en la mano derecha, espada al cinto, sobre un caballo de raza española en corveta. Esa posición fue la que complico sobremanera la obra.
Parece que la estatua responde a una iniciativa del propio Rey. Quería para él una escultura similar a la que su padre, Felipe III tenía en la Plaza Mayor. El escultor toscano Pietro Tacca, que acabó la escultura de Felipe III recibió el encargo para esta.
En 1635 le fue enviado a Florencia un cuadro de Velázquez para que sirviera de modelo.
No parecía fácil lograr que el caballo se apoyara sólo en las patas traseras, escasa superficie para una obra tan pesada. La hazaña técnica pudo llevarse a cabo en 1637 gracias entre otras cosas, al asesoramiento del afamado físico-matemático Galileo Galilei, a la sazón recluido en su casa por divulgar sus ideas científicas. Galileo aconsejó a Tacca que hiciera maciza la parte trasera del caballo pero hueca la delantera, para poder equilibrar su peso.
Así se hizo y usando la cola como punto de apoyo. Se convirtió así, en la primera escultura a caballo en la que éste se sostiene únicamente sobre sus dos patas traseras, lo que se conoce como en corveta.
No fue sencillo Tacca mando una primera prueba en yeso que el Rey no aprobó, no se sentía reconocido en el rostro que Tacca había creado. Se envió a Florencia un busto expresamente realizado para este fin por el escultor Juan Martínez Montañés.
La obra ya podía venir a España.
Su primer emplazamiento en 1642 fue frente al Jardín de la Reina, donde se ponía en venta la producción de frutas y verduras de las huertas del Retiro. En la regencia de Mariana de Austria la estatua pasó lo alto de la fachada sur del antiguo Alcázar, en el frontispicio sobre la puerta principal, allí permaneció hasta abril de 1677, momento en el que Carlos II decidió devolverla a su emplazamiento original.
Pasa más de siglo y medio y en 1843, Isabel II, decide enviar la escultura a la plaza de Oriente, donde sería colocada de espaldas al Palacio Real.
El monumento fue inaugurado en 1843. Ahora la podemos disfrutar en un entorno único frente al Palacio Real, pero que menos para una escultura única como está.
Un abrazo.
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