La costa granadina, conocida como la costa tropical esconde multitud de pequeños enclaves de interés. Una orografía impresionante que ha dificultado el acceso y ha hecho que llegar allí supusiera siempre una elección personal. Un hecho que ha contribuido a que algunos de sus municipios crecieran de forma más ordenada que en otros lugares del litoral andaluz.

El mar es sin duda protagonista, 75 kilómetros de costa donde podemos encontrar remansos de tranquilidad como las playas del Ruso, del Lance o La Rijana y varias playas naturistas. Una costa donde no abundan los puertos naturales y donde hay mucha profundidad casi al lado de la orilla, lo que la ha convertido en un lugar fantástico para el buceo y para diversas actividades náuticas.

Un paisaje poblado desde antiguo, modelado por sus habitantes y donde encontramos mucho patrimonio que nos recuerda el Reino nazarí de Granada, el legado islámico que aún hoy se reconoce en la arquitectura de pueblos, atalayas y en la toponímia de los paisajes que recorremos.

Ese mar que a veces muestra su cara más dura, como en uno de los mayores desastres de la Armada Española  que ocurrió aquí en 1562.

Felipe II ordenó mandar la flota de galeras en socorro de la plaza de Orán. Con esa misión se concentraron en Málaga 28 galeras al mando de Juan Hurtado de Mendoza.  El 18 de octubre, a poco de zarpar el viento comenzó a rolar y el tiempo a empeorar. Aquellas galeras, de 43 metros de eslora por 6 metros de manga, llevaban unos 225 hombres cada una,  de los cuales 125 eran  galeotes condenados que debían mover un remo de 60 kilos de peso, barcos que resistían mal los embates del viento y que dependían de los remeros para no ser arrastrados hacia la costa. Al amanecer del día 19 de octubre estaban frente a la playa de la Herradura, un puerto natural que ofrece protección contra el viento de levante y decidieron cobijarse allí para dar descanso a los galeotes y marinos. Fondearon por la mañana, pero por la tarde el viento roló y aumento su fuerza, el desastre estaba servido. Se perdieron 25 galeras y murieron más de 4.000 hombres, ente ellos su  comandante Juan de Mendoza. El cadáver fue encontrado días después en las costas de Adra, a más de sesenta millas de allí.

Un retazo de historia, que reflejó Cervantes en El Quijote y que ha conformado también esta costa, trufada de castillos y fortalezas que miran al mar.

Pero no sólo hay mar, este territorio es un lugar fantástico para la bicicleta de montaña y el senderismo, eso sí, aquí el llano no existe, hay que estar dispuesto a subir y bajar, disfrutando de unos paisajes bellísimos y de un clima benigno que da nombre a la costa: Costa Tropical.

También pueblos muy atractivos como Salobreña, un impresionante pueblo blanco encaramado a la peña y coronado por su castillo árabe del siglo XIII. O Almuñecar, ya habitada en la Edad de Bronce y por la que han pasado fenicios y romanos, fue testigo del desembarco de Abd Al-Rahman I  en la Península y sigue siendo un lugar de encuentro.

Ese clima que permite el cultivo de la chirimoya, la guayaba, el aguacate o la carambola y que permiten que existan lugares como la Finca San Ramón, un vergel donde podemos probar muchas de estas frutas. Esa agricultura que es muy importante para la zona y que ha colaborado también en alejar de la costa granadina el monocultivo turístico.

El verano toca a su fin, pero en la Costa Tropical eso no es un problema, su clima invita a viajar en cualquier época del año. Seguro que no te defrauda.