El Instituto del Patrimonio Cultural de España se aloja en una sede sumamente singular. Un edificio que no te deja indiferente, conocido coloquialmente como la Corona de Espinas, en la calle Pintor El Greco número 4 en la Ciudad Universitaria. Han pasado casi 50 años de su creación, aún así sigue suscitando el interés de muchos arquitectos y sigue siendo una obra descaradamente moderna. La historia del edificio contribuye a darle un halo de misterio. Cambió de uso más de 10 veces y sufrió el abandono durante 16 años, para finalmente abrir sus puertas como centro de restauración, el uso para el que había sido diseñado originalmente, y en la misma ubicación en la que sus autores lo situaron en un proyecto que se presentó y ganó el concurso del Premio Nacional de Arquitectura de España de 1961, que resulto ser puramente teórico.
Ese año, los arquitectos Fernando Higueras y Rafael Moneo presentan un anteproyecto para el «Centro de Restauraciones Artísticas». Ganan el concurso pero su obra parece irrealizable. En 1965, Fernando Higueras y Antonio Miró modifican el proyecto, mantienen el esquema circular del anteproyecto premiado, pero disminuyen el tamaño y mediante una modulación más regular de la estructura consiguen hacer viable la construcción, que comienza en 1967.
Su visita nos recuerda a una nave extraterrestre de las películas de ciencia ficción. Es un contenedor sorprendente, parece acorazado, erizado, que sin embargo protege un interior luminoso, donde las aristas se vuelven romas, redondeadas y con hiedras que trepan por los patios de luces como puedes ver en las fotos.
Pero su contenido es también sorprendente: arte herido, dañado que espera ser restaurado; libros, pinturas, tapices, esculturas, relicarios, piezas arqueológicas, un mundo de objetos que conservan historia como relicarios.
Fernando Higueras dejó su huella, una huella que no es indiferente, un artista total, al que todo interesaba.
Sin duda uno de los edificios más curiosos de Madrid.
Un abrazo.
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